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viernes, 28 de junio de 2013

Capítulo 6



La investigación seguía su curso corriente. El inspector Sánchez siempre intentaba ser un policía ordenado e ir paso a paso con sus casos. Hacía mucho tiempo que no tenía un caso importante y la verdad es que él no lo había pedido y tampoco tenía la cabeza para muchas complicaciones, pero la realidad es que el caso era suyo y lo mínimo que podía hacer era prestarle un poco de interés.


Los interrogatorios a los vecinos del parque, así como el análisis del arma homicida  y el informe del forense no dejaban nada en claro y parecía que estaban buscando a un fantasma. Martín tenía la teoría de que se trataba de una discusión entre vagabundos que acabo mal, pero el inspector Sánchez no estaba muy seguro de aquella teoría. Pero no tenía nada, así que mandó a varios agentes acompañando a Martín para que interrogaran a los vagabundos de la zona a ver si conocían a la víctima y la relación que tenían con ella.
Tras la reunión con el juez García y con Martín en la calle, Ángel Sánchez se encontraba solo en su despacho. Empezó a leer el dossier para ver si había algo que se les había pasado. No sería la primera vez que se pasaba por alto un indicio que resultaba vital para la investigación, pero todo estaba en orden, no había absolutamente nada. La experiencia como inspector le decía que siempre había algo, que los criminales siempre solían dejar alguna prueba que los incriminaba, pero en aquella ocasión no lo parecía.
Cansado de leer aquel informe, pensó que sería buena idea echarle un vistazo al dossier del último caso que había resuelto, para volver a familiarizarse con los métodos de investigación que tantas veces había usado en el pasado.  La encargada del archivo era una joven atractiva que siempre estaba sonriendo. El inspector le dio el número del archivo y la apuesta agente volvió pocos minutos después con la carpeta que contenía los documentos. De nuevo en la soledad de su despacho, empezó a ojear los papeles y poco a poco se le fue refrescando la memoria.
Consuelo Ramírez, mujer de 32 años de nacionalidad colombiana, muerta por estrangulamiento en su propio domicilio. No tenía marido pero si un hijo de 10 años. Residía en España desde hacía 7 años. Leer los datos lo hizo recordar. Aquella mujer colombiana era empleada de hogar de unos ricachones de la parte rica de la ciudad. Además era una mujer bastante guapa y que solía vestir de forma bastante provocativa. A pesar de tener trabajo, sufría dificultades para sacar a su hijo adelante sola y había sido detenida en alguna ocasión por robar alimentos en supermercados. El informe forense determinó que había mantenido relaciones sexuales de forma reciente antes de ser estrangulada y además estaba embarazada de pocas semanas. Sin embargó no se encontró semen ni tampoco huellas dactilares en el cuello de la víctima. Al parecer solía tener relaciones con varios hombres y fue por esos hombres por los que comenzó la investigación. Ninguno de los sospechosos tenía motivos para querer matar a aquella mujer y todos tenían coartada para la hora de la muerte. En la escena del crimen también se encontró la caja de un test de embarazo, pero estaba vacía. Decidieron hablar con su hijo de 10 años, que les contó que su madre le había dicho que iba a tener un hermano y que iban a vivir en una casa mucho más grande. Aquellos datos hicieron que el inspector Sánchez se inclinara hacía otra dirección. Tras comprobar el registro de llamadas del teléfono móvil de la víctima, comprobaron que había un número que se repetía en muchas ocasiones. El número estaba a nombre de Francisco Díaz González, el jefe de la víctima. Tras personarse en su domicilio e interrogarlo, dijo que a la hora que Consuelo había muerto, el estaba en un bar solo y sin nadie que lo pudiese confirmar. Tras aquello, pidieron una orden de registro del domicilio del sospechoso, pero antes de que la orden llegara, la mujer del sospechoso se personó en la comisaría y les contó que su marido y Consuelo habían mantenido relaciones sexuales y que ella los había pillado y los había echado de la casa, pero que su marido volvió a las pocas horas arrepentido y ella lo dejó volver. Con la orden aprobada, hallaron en el domicilio del sospechoso un test de embarazo que tras ser analizado correspondía con el ADN de Consuelo Ramírez y procedieron a la detención del sospechoso que una vez en comisaría confesó que la víctima estaba embarazada de él y que le estaba pidiendo que abandonara a su mujer o que le diera una pensión para criar a su todavía hijo no nato y que él, desbordado por la situación y tras mantener relaciones sexuales con ella, la estranguló usando unos guantes de látex.
Aquel caso no tenía nada que ver con este. En aquella ocasión había pruebas, indicios que los llevaron hasta el asesino, pero aquí no parecía haber nada. Martín entró sin llamar al despacho.
-          Jefe, ya estoy aquí.
-          Ya lo veo. ¿Cuaja tu teoría o no?
-          Ehmm… No – dijo decepcionado.
-          Vaya.
-          Pero tengo algo más, un video.
-          ¿Cómo que un video? ¿Un video de qué?
-          Del asesino.
Lo sabía, sabía que siempre hay algo que los criminales no controlan y eso lleva a la policía a detenerlos. De pronto el inspector Sánchez empezó a sentirse mucho mejor, parecía que aquel caso no se iba a alargar mucho.
-          ¿De dónde has sacado el video?
-          De una cámara.
Las respuestas claras y concisas de Martín podían llegar a ser hirientes, pero el inspector Sánchez ya estaba acostumbrado y le respondió con una mueca burlona.
-          Eso ya lo sé, pero digo que dónde estaba la cámara.
-          Pues en un banco, jefe. Estábamos peinando la zona en busca de un vagabundo y vi que había una oficina de un banco en una calle que da al parque. Así que entré dentro y les pedí las cintas de seguridad de todo el día de ayer.
-          ¿Y dónde está la cinta?
-          La tienen en el laboratorio de imagen y sonido, nos están esperando para comenzar el análisis del video.
-          Pues no los hagamos esperar.
Salieron del despacho en dirección al laboratorio de imagen y sonido. No había visitado muchas veces aquella habitación, pero siempre que lo hacía le llamaba la atención los aparatos que había allí dentro, sobre todo la enorme pantalla dónde se veían los videos. Al llegar allí, Martín se adelantó y abrió la puerta sin llamar, era otra de sus costumbres pintorescas.
-          Joder, Martín – dijo Fernando- ¿es que no te enseñaron a llamar a la puerta?
-          ¿Qué pasa, Fer? – dijo Martín riendo- ¿es que estabas viendo una película porno o qué?
El comentario desató las carcajadas de los tres. Fernando era el encargado de analizar todos los cachivaches electrónicos y demás. Era un buen tipo, alto y moreno, de tez clara y poblada barba y bigote. No estaba delgado, pero tampoco grueso y sus ojos marrones se veían activos a través de sus gafas.
-          Dejémonos de tonterías – dijo el inspector
-          Claro inspector – dijo Fer- me he tomado la libertad de ir viendo la cinta y he de decir que el ángulo de la cámara es perfecto, como podéis ver se ve perfectamente la entrada del parque. Si os parece adelanto hasta la hora que me digáis.
-          Claro, Fer – dijo Martín- Venga, avanza hasta las horas intempestivas.
Fer empezó a teclear y clickear en su ordenador y el video comenzó a moverse a gran velocidad. En pocos segundos llegó a las 4:25 de la madrugada y pulsó el stop y a continuación el play. A los pocos segundos apareció una figura en la enorme pantalla que se dirigía hacía el parque.
-          Ahí le tenemos – exclamó Martín.

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