La investigación seguía su curso corriente. El
inspector Sánchez siempre intentaba ser un policía ordenado e ir paso a paso
con sus casos. Hacía mucho tiempo que no tenía un caso importante y la verdad
es que él no lo había pedido y tampoco tenía la cabeza para muchas
complicaciones, pero la realidad es que el caso era suyo y lo mínimo que podía
hacer era prestarle un poco de interés.
Los interrogatorios a los vecinos del parque, así
como el análisis del arma homicida y el
informe del forense no dejaban nada en claro y parecía que estaban buscando a
un fantasma. Martín tenía la teoría de que se trataba de una discusión entre
vagabundos que acabo mal, pero el inspector Sánchez no estaba muy seguro de
aquella teoría. Pero no tenía nada, así que mandó a varios agentes acompañando
a Martín para que interrogaran a los vagabundos de la zona a ver si conocían a
la víctima y la relación que tenían con ella.
Tras la reunión con el juez García y con Martín en
la calle, Ángel Sánchez se encontraba solo en su despacho. Empezó a leer el
dossier para ver si había algo que se les había pasado. No sería la primera vez
que se pasaba por alto un indicio que resultaba vital para la investigación,
pero todo estaba en orden, no había absolutamente nada. La experiencia como
inspector le decía que siempre había algo, que los criminales siempre solían
dejar alguna prueba que los incriminaba, pero en aquella ocasión no lo parecía.
Cansado de leer aquel informe, pensó que sería buena
idea echarle un vistazo al dossier del último caso que había resuelto, para
volver a familiarizarse con los métodos de investigación que tantas veces había
usado en el pasado. La encargada del
archivo era una joven atractiva que siempre estaba sonriendo. El inspector le dio
el número del archivo y la apuesta agente volvió pocos minutos después con la
carpeta que contenía los documentos. De nuevo en la soledad de su despacho,
empezó a ojear los papeles y poco a poco se le fue refrescando la memoria.
Consuelo Ramírez, mujer de 32 años de nacionalidad
colombiana, muerta por estrangulamiento en su propio domicilio. No tenía marido
pero si un hijo de 10 años. Residía en España desde hacía 7 años. Leer los
datos lo hizo recordar. Aquella mujer colombiana era empleada de hogar de unos
ricachones de la parte rica de la ciudad. Además era una mujer bastante guapa y
que solía vestir de forma bastante provocativa. A pesar de tener trabajo,
sufría dificultades para sacar a su hijo adelante sola y había sido detenida en
alguna ocasión por robar alimentos en supermercados. El informe forense
determinó que había mantenido relaciones sexuales de forma reciente antes de
ser estrangulada y además estaba embarazada de pocas semanas. Sin embargó no se
encontró semen ni tampoco huellas dactilares en el cuello de la víctima. Al
parecer solía tener relaciones con varios hombres y fue por esos hombres por
los que comenzó la investigación. Ninguno de los sospechosos tenía motivos para
querer matar a aquella mujer y todos tenían coartada para la hora de la muerte.
En la escena del crimen también se encontró la caja de un test de embarazo,
pero estaba vacía. Decidieron hablar con su hijo de 10 años, que les contó que
su madre le había dicho que iba a tener un hermano y que iban a vivir en una
casa mucho más grande. Aquellos datos hicieron que el inspector Sánchez se
inclinara hacía otra dirección. Tras comprobar el registro de llamadas del
teléfono móvil de la víctima, comprobaron que había un número que se repetía en
muchas ocasiones. El número estaba a nombre de Francisco Díaz González, el jefe
de la víctima. Tras personarse en su domicilio e interrogarlo, dijo que a la
hora que Consuelo había muerto, el estaba en un bar solo y sin nadie que lo
pudiese confirmar. Tras aquello, pidieron una orden de registro del domicilio
del sospechoso, pero antes de que la orden llegara, la mujer del sospechoso se
personó en la comisaría y les contó que su marido y Consuelo habían mantenido
relaciones sexuales y que ella los había pillado y los había echado de la casa,
pero que su marido volvió a las pocas horas arrepentido y ella lo dejó volver.
Con la orden aprobada, hallaron en el domicilio del sospechoso un test de
embarazo que tras ser analizado correspondía con el ADN de Consuelo Ramírez y
procedieron a la detención del sospechoso que una vez en comisaría confesó que
la víctima estaba embarazada de él y que le estaba pidiendo que abandonara a su
mujer o que le diera una pensión para criar a su todavía hijo no nato y que él,
desbordado por la situación y tras mantener relaciones sexuales con ella, la
estranguló usando unos guantes de látex.
Aquel caso no tenía nada que ver con este. En
aquella ocasión había pruebas, indicios que los llevaron hasta el asesino, pero
aquí no parecía haber nada. Martín entró sin llamar al despacho.
-
Jefe, ya estoy aquí.
-
Ya lo veo. ¿Cuaja tu teoría o no?
-
Ehmm… No – dijo decepcionado.
-
Vaya.
-
Pero tengo algo más, un video.
-
¿Cómo que un video? ¿Un video de qué?
-
Del asesino.
Lo sabía, sabía que siempre hay algo que los
criminales no controlan y eso lleva a la policía a detenerlos. De pronto el
inspector Sánchez empezó a sentirse mucho mejor, parecía que aquel caso no se
iba a alargar mucho.
-
¿De dónde has sacado el video?
-
De una cámara.
Las respuestas claras y concisas de Martín podían
llegar a ser hirientes, pero el inspector Sánchez ya estaba acostumbrado y le
respondió con una mueca burlona.
-
Eso ya lo sé, pero digo que dónde estaba
la cámara.
-
Pues en un banco, jefe. Estábamos
peinando la zona en busca de un vagabundo y vi que había una oficina de un banco
en una calle que da al parque. Así que entré dentro y les pedí las cintas de
seguridad de todo el día de ayer.
-
¿Y dónde está la cinta?
-
La tienen en el laboratorio de imagen y
sonido, nos están esperando para comenzar el análisis del video.
-
Pues no los hagamos esperar.
Salieron del despacho en dirección al laboratorio de
imagen y sonido. No había visitado muchas veces aquella habitación, pero
siempre que lo hacía le llamaba la atención los aparatos que había allí dentro,
sobre todo la enorme pantalla dónde se veían los videos. Al llegar allí, Martín
se adelantó y abrió la puerta sin llamar, era otra de sus costumbres
pintorescas.
-
Joder, Martín – dijo Fernando- ¿es que
no te enseñaron a llamar a la puerta?
-
¿Qué pasa, Fer? – dijo Martín riendo-
¿es que estabas viendo una película porno o qué?
El comentario desató las carcajadas de los tres.
Fernando era el encargado de analizar todos los cachivaches electrónicos y
demás. Era un buen tipo, alto y moreno, de tez clara y poblada barba y bigote.
No estaba delgado, pero tampoco grueso y sus ojos marrones se veían activos a través
de sus gafas.
-
Dejémonos de tonterías – dijo el
inspector
-
Claro inspector – dijo Fer- me he tomado
la libertad de ir viendo la cinta y he de decir que el ángulo de la cámara es
perfecto, como podéis ver se ve perfectamente la entrada del parque. Si os
parece adelanto hasta la hora que me digáis.
-
Claro, Fer – dijo Martín- Venga, avanza
hasta las horas intempestivas.
Fer empezó a teclear y clickear en su ordenador y el
video comenzó a moverse a gran velocidad. En pocos segundos llegó a las 4:25 de
la madrugada y pulsó el stop y a continuación el play. A los pocos segundos
apareció una figura en la enorme pantalla que se dirigía hacía el parque.
-
Ahí le tenemos – exclamó Martín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario