Las visitas al forense no eran precisamente uno de
los hobbies del inspector Sánchez. Hacía más de 2 años que no tenía que visitar
aquel lugar con aspecto de hospital. El hedor a formol y otras sustancias se
impregnaba a la ropa y no había manera de quitarlo. Sin embargo era su trabajo
y no tenía más remedio que aceptarlo, aunque fuera con resignación.
Ya eran más de las 1 de la tarde y el informe sobre
el vagabundo muerto en el parque todavía no estaba terminado. Sánchez no tuvo
suerte y el comisario le asignó el caso. El resto de inspectores estaban
ocupados con otros casos y creyó que la muerte de un vagabundo no era nada
especial. Pero un muerto siempre era un muerto y los informes sobre muertos
necesitaban los datos de la autopsia y los forenses eran bastante peculiares.
Recordaba perfectamente las visitas al forense y como aquellos tipos con batas
blancas y mascarillas lo miraban de forma extraña. Sánchez tenía la sensación
de que aquellos carniceros querían abrirlo en canal para estudiar sus órganos
internos.
El informe estaba ya casi completo. Martín y el
habían estado añadiendo todos los datos sobre el crimen. El muerto resultó ser
un ex presidiario con antecedentes por robo con intimidación y que llevaba en
la calle 2 meses tras cumplir una condena de 2 años. No se habían encontrado
testigos y las únicas huellas dactilares presentes en el arma homicida eran de
la propia víctima. De modo que el informe forense era lo único que podía
arrojar algo de luz al caso. Al llegar al edificio del forense, Martín enseñó
su placa a una mujer gorda vestida de los pies a la cabeza de blanco. La mujer
murmuró algo que Sánchez no escuchó y se marchó. A los pocos minutos un forense
alto, de amplias entradas, delgado y con la famosa bata blanca estaba ante
ellos.
-
¿Son los policías? – preguntó.
-
Si – respondió Sánchez- Soy el inspector
Sánchez y este es el subinspector Martín. Venimos por el tema del vagabundo que
han traído esta mañana.
-
Perfecto. Acompañadme.
Siguieron al forense por un largo pasillo con
puertas dobles metálicas a ambos lados. Sánchez miró por una de las pequeñas
ventanas que había en las puertas y pudo ver a uno de los carniceros inclinado
sobre un pobre diablo que había muerto hace poco. Tuvo que hacer un gran
esfuerzo para contener una arcada. Finalmente el forense se detuvo ante una de
las puertas de su izquierda.
-
Es aquí – dijo- Entren, por favor.
Obedecieron. La sala era amplia. El color blanco
predominaba en toda la estancia. En la parte del fondo había una gran mesa
metálica llena de frascos. Justo en el centro había una especie de cama
metálica. Sobre ella había algo, pero estaba cubierto por una sábana. El
forense quitó la sábana y dejo al descubierto el cadáver. Su aspecto había
mejorado todo lo posible. Lo habían lavado y limpiado la sangre y el barro. Le
echó un vistazo antes de empezar a hablar.
-
Y bien, doctor, ¿qué tenemos?
-
Tras estudiar el cuerpo – dijo el
forense- he llegado a la conclusión de que la causa de la muerte ha sido el
desangramiento, producido por sección a la altura del cuello de la arteria
carótida común izquierda.
Vio como Martín sacaba el informe de la carpeta y
empezaba a apuntar lo que decía.
-
¿Producida por arma blanca?
-
Sin duda. La herida muestra la anchura
de una navaja corriente. Además hay múltiples heridas, un total de 17.
-
¿Hora de la muerte?
-
Alrededor de las 04:30 de la madrugada,
con un margen de error de pocos minutos.
-
¿Ha encontrado algo más, piel bajo las
uñas, ADN que no sea de la victima?
-
No – dijo con tono rotundo- Lo único es
que la víctima tiene un hematoma en la espalda, lo que indica que sufrió una
fuerte caída antes de que su agresor lo matara. Nada más.
-
Gracias doctor – dijo Sánchez echando un
último vistazo al muerto – Nos vamos, Martín.
Volvieron a salir al pasillo de las puertas y lo
cruzaron hasta llegar a la recepción, dónde la gorda les echó una mirada
extraña al pasar.
-
Parece que le has gustado a esa chavala,
jefe – dijo Martín con tono burlón.
-
Que va. Es a ti a quien miraba.
Los dos se echaron a reír mientras llegaban al
coche. La siguiente parada era el despacho del juez García.
Por el camino, Martín empezó a hablarle de la
película “La Gran Evasión” que había visto la noche pasada. Siempre buscaba
tiempo para hablar de cine y eso a Sánchez le agradaba la mayoría de las veces.
-
Que sí jefe – decía- es la mejor
película de fugas que hay.
-
Que va – rebatió Sánchez – A mí me gusta
más “Fuga de Alcatraz”
-
Bueno, Clint Eastwood es mucho Clint.
-
Claro, ya sabes lo que dice “es una
hijoputada”
-
Jajajaja – la risa de Martín era
confortable para Sánchez- como este caso. Es una hijoputada.
Las risas de ambos fueron interrumpidas por el móvil
de Sánchez. Se echó la mano al bolsillo y el identificador de llamadas decía
que era su hija Ainhoa.
-
¿No iras a contestar? – dijo Martín- ¿o
quieres que te multe?
-
No me toques los cojones Martín – dijo llevándose
el móvil a la oreja- Dime, Ainhoa. ¿Esta noche? La verdad es que tengo la
cabeza liada con todo el tema del muerto este y tal. ¿Qué? Bueno venga, venid
esta noche, pero yo no pienso cocinar, vete tú antes para la casa y haces lo
que quieras de comer. No se hija, digo yo que para las 9 o así estaré en casa.
Venga, adiós.
-
¿Qué pasa, jefe? – preguntó Martín.
-
Nada, mi hija que viene a cenar esta
noche con su novio.
-
Cena familiar, ¿eh? – de nuevo el tono
burlón de Martín- No vaya a contar nada
del caso, que es confidencial.
-
Eres más tonto que Adam Sandler en “El
aguador”
-
Puta maquina – dijo Martín entre
carcajadas.
La verdad es que lo que menos le apetecía era cenar
con su hija y su novio. La relación con su hija no era la misma tras el
divorcio. Su hija se había ido a vivir con su madre y le daba la razón en los
motivos por los que lo había abandonado, pero intentó de todas formas que no se
divorciaran, pero fue inútil. Tras aquello, veía a su hija todas las semanas,
aunque no con regularidad. Había veces que ella iba a casa hasta 4 o 5 veces a
la semana y otras que solo iba 1 vez. Su novio era un buen chaval. Al principio
no se fiaba mucho de él, pero con el tiempo se fue ganando su confianza y
estaba claro que era un chico noble, de buenos sentimientos e intenciones. Pensándolo
más fríamente, quizá aquella visita de su hija y su yerno fuese buena, eso lo
haría desconectar por unas horas del caso del vagabundo muerto. La compañía sería
un bálsamo para su nublada mente, pero el inspector Sánchez tenía la sensación
de que aquel caso le iba a traer más de un quebradero de cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario